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Blog personal de Ester y Joel sobre su travesía en bici por Japón durante Septiembre 2015

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Iga, tierra de Ninjas!!

Tenía ganas de pasar por Iga desde que supe que era uno de los principales lugares donde se habían establecido los ninjas desde tiempos inmemorables. Solo nos separaba aquellas montañas "temibles" que dividen las prefecturas de Nara y Mie.

Desayunamos "fuerte" en un convenience store y comenzamos el ascenso. El camino era precioso! Era una carretera secundaria, o terciaria, de esas que de milagro están asfaltadas: Creo que en todo el camino, nos topamos con no más de 5 coches, algunas motos, varias bicis y un excursionista a pie. Todo el rato el camino iba junto a un río cristalino y pasaba entre pueblecitos típicos y campos de cultivo. Las montañas que nos rodeaban estaban cubiertas de pinos, bambúes y uno que otro acantilado y cantera.









Esperábamos que en cualquier momento la constante pero leve subida diera un giro infernal y la inclinación se convirtiera en un ángulo agudo. Pero no sucedió: en todo momento, fue una subida constante pero amable. Apenas hubo un par de curvas duras. Y la vista y la tranquilidad de la carretera hicieron que fuera uno de los mejores paseos de todo el viaje. Es una lección que andar en bici nos ha enseñado una y otra vez: ningún camino da tanto miedo como aquél que no se ha recorrido. Es como siempre digo: lo más pesado de subir a nuestra casa en las colinas de Vallcarca, no es la subida en sí, si no los minutos previos a subirse a la bicicleta; El pensar en lo duro que va a ser, puede ser más pesado que la subida misma.

Llegamos a Iga muy temprano, y fuimos directo al Ueno Park, parque central que contiene el Museo Ninja, con todo y la casa de la época con trampas y escondrijos ninjas;  el Haiseiden Hall, museo conmemorativo del célebre poeta de Haikus, Matsuo Basho, oriundo de Iga, que homenajea sus tiempos de contemplativo viajero; el castillo de Iga, del siglo XVI, reconstruido en los 30's por un político de apellido Kawasaki y otros rincones fantásticos. Había muchos niños vestidos de ninja. Luego descubrimos que cualquiera (adultos incluso) pueden alquilar un traje de ninja para andar por la ciudad. Me daban mucha envidia.

mexican ninja


escondite secreto

Haiseiden Hall



Iga desde el castillo





Disfruté como un niño en el museo ninja y en todo el parque. Además de aprender mucho sobre los ninjas y desmitificar leyendas (como aquello de que podían caminar sobre el agua con zapatos especiales). Tampoco solían vestir de negro, si no de azul marino oscuro, el color de la noche y también el color de los trajes típicos campesinos de la época. Normalmente iban disfrazados de gente normal, campesinos, artistas, comerciantes... eran los maestros del sigilo. En Iga existió una de las 'escuelas' más importantes de los ninja, tradición heredada por siglos, importada desde China e India, perfeccionada en secreto... y de la cual se tiene muy poco registro, pues al desaparecer, no dejaron rastro.





Mexininja

ninja van

Toda la ciudad está dedicada a los ninjas. Es genial.



Después de visitar todo esto, y antes de que cayera el sol, dimos una vuelta de reconocimiento por el parque en el que planeábamos acampar con sigilo esa noche, cual ninjas. Y tras encontrar varios rincones apetecibles dentro de otro parque deportivo, nos fuimos a cenar al Sushiro! Rematamos con unas cervezas en un bar local, el Toast, en el que recargamos pilas e hicimos buenas migas con los camareros. El barman era muy fan del Barça y la cocinera celebraba su cumpleaños.

Al poco rato volvimos a nuestro parque deportivo y re exploramos los rincones preseleccionados. Decidimos quedarnos en una esquina bastante escondida, junto a una bodega de, supongo, artículos deportivos, y unos baños, nuevamente: absurdamente limpios! Ya con experiencia y unas cervezas encima, montamos el campamento en cuestión de segundos. Apagaron las luces del parque y los deportistas desaparecieron. Estábamos ya con dientes lavados y metidos en nuestro sleeping bag, arropados por la oscura noche ninja y el sonido de los grillos. Y de pronto ruido de coches, tal vez hasta una furgoneta. Luces, jaleo. Voces de hombres rudos en japonés, justo afuera de la tienda. Ya está, pensé: seguro que es la policía para echarnos de aquí. No es tanto miedo lo que sentí, si no una enorme pereza por tener que desmontar el campamento y conseguir otro sitio para dormir a mitad de la noche. Y un poco de vergüenza también. Miedo poquito. Las voces reían afuera de la tienda. Movían cosas, abrieron la puerta de la bodega junto a la que habíamos plantado la tienda y cargaron o descargaron lo que fuera que llevaban. No eran policías, tan solo empleados del parque. Y después de unos eternos 5 minutos, volvieron a sus vehículos y se fueron. La tranquilidad invadió mi cuerpo en un instante. Aun no se habían ido del todo y ya estaba roncando a pierna suelta!

A la mañana siguiente tras desmontar la tienda y siendo aun muy temprano, fuimos a por nuestro desayuno de campeones al Gusto Café (tuvimos que esperar a que abriera) y luego pasamos por el museo de costumbres y tradiciones de Iga, más que nada por que estaba incluido en el pack de boletos que habíamos comprado para visitar las zonas ninja y el castillo. Es dentro de éste museo donde uno podía alquilar un disfraz ninja para lucirlo en el parque; lo hicimos al revés, maldita sea!

carruajes tradicionales de sus fiestas

desayuno en Gusto
pequeño ninja



martes, 29 de septiembre de 2015

Ruinas modernas y parque Central de Ano

El viaje de Ise a Iga (Tierra de Ninjas) tocaba a continuación. Teníamos un poco de miedo del camino, pues como bien dijo Tomomi, los ninja vivían entre las montañas. Nuestros cálculos e investigaciones también apuntaban a que habría mucho desnivel y al menos un par de ascensos empinados antes de llegar. Yo trataba de tranquilizarnos diciendo "no puede ser peor que la llegada a Fuji!". Aun así, planeamos hacerlo en dos etapas por si a caso. Así pudimos esperar a que dejara de llover y salimos de Ise hacia el mediodía.

Conforme nos alejamos de Ise, el paisaje se fue tornando ligeramente menos bello. Pasamos por zonas de desguaces de coches y de bicicletas y muchos comercios de carretera. Pasamos frente a un local de ocio abandonado, parecía un hotel, bar, burdel o un pequeño parque de atracciones. El edificio en forma circular, creo que era un viejo Karaoke caído en desgracia. Siendo muy fans del "Haikyo" o exploración urbana, y de las ruinas en general, decidimos pasar a visitar. Estos sitios siempre tienen algún hueco en la verja, o un agujero para colarse. Siento una especial atracción hacia estos lugares que no hace mucho fueron centros de entretenimiento y opulencia, y que ahora no son más que macabras ruinas congeladas en el tiempo, paisajes apocalípticos, escombros, telarañas y plantas; la naturaleza reclamando el espacio que le habían tomado prestado. Me encantaría visitar Pripyat, Ukrania, algún día. Y esperaba poder visitar el Nara Dream Land, en Nara.











(Me acabé la pila y la memoria de la cámara en el Karaoke abandonado. Si alguien quiere ver el resto de fotos, que avise)

El resto del camino no fue ni muy peculiar, ni muy largo. Volvió a ser campo rápidamente, con grandes extensiones de cultivos de arroz, ríos y pueblecitos.







Anocheció pronto, y no habíamos encontrado aun donde dormir. Después de un rato, dimos con un pueblo pequeño entre campos de arroz, y vimos en el mapa que tenía un gran parque deportivo: El Ano Central Sports Park. Campos de baseball, de futbol, canchas de tenis, piscinas, ríos... no lo vimos todo, apenas lo suficiente para escoger un lugar plano cerca de los baños para acampar, que no estuviera demasiado a la vista (aun había deportistas entrenando). Preparamos algo de cenar en el camping gas sobre unas mesitas de madera dedicadas al pic-nic y fui a buscar nuestra tradicional recompensa de lúpulo y cebada, en el convinience store a la entrada del parque. Quedé sorprendido del magnífico inglés que habló el dependiente al darse cuenta de que yo no entendía un pito de japonés. Por desgracia, éste era el úncio Lawson Station de Japón, que no vendía alcohol ni tabaco, supongo que por estar al lado del parque deportivo del ano. Compré te verde helado. Cenamos y dormimos pronto.




*Edit: arreglado tamaño de fotos!



domingo, 27 de septiembre de 2015

Tsumugiya Guest House, Ise.

Tomomi es una chica japonesa encantadora que ha pasado gran parte de su corta vida viajando. Hizo un largo viaje a través de la antigua ruta de la seda, desde Shanghai, China hasta Oporto, Portugal. Recorrió también gran parte de América, desde Estados Unidos, hasta el Cono Sur, pasando por México, Bolivia, Brasil, Ecuador, y un largo etcétera. Además de su lengua natal, habla inglés a la perfección y un poquito de Español.



Después de recorrer el mundo durante sabe dios cuanto tiempo, en Mayo de 2015 abrió el Tsumugiya Guest House. Estuvo 6 meses rehabilitando una antigua casa típica japonesa, con ayuda de sus amigos, familiares, gato y de León, un chico de Singapur con el que hizo muy buena amistad durante sus viajes por el mundo.

La casa es hermosa, y el cariño que Tomomi y León han puesto en su rehabilitación se hace sentir. La madera crujiente, los letreros pintados a mano, la terracita en el segundo piso, las habitaciones con tatami... fue una acogedora experiencia tan solo entrar. 











Encontramos el guest house casi por accidente a través de Booking.com. Era de las pocas habitaciones baratas que quedaban en la ciudad, pues como más tarde descubriríamos, comenzaba la "semana de plata", donde muchos japoneses tienen días de descanso que coinciden con la entrada del Otoño y la cosecha de los campos de arroz.

Cuando llegamos estábamos empapados por la lluvia. Nos sacamos los impermeables y los zapatos y entramos con cautela en este santuario del viajero. Tomomi se presentó, nos ofreció té y unas galletitas de arroz típicas de Ise. Pagamos la noche, nos duchamos y fuimos a buscar algo de comer. Con ayuda de un bonito mapa hecho a mano por Tomomi, que se distribuye libremente en el hostal, dimos con un restaurante de fideos Udon típicos de Ise. El mapita incluía direcciones de muchos lugares por toda la ciudad, cuidando que fueran cosas tradicionales, como el Sento (baño público) con agua de mar traída del Meotoiwa.




De vuelta en el hostal, tuvimos oportunidad de hablar más con Tomomi y otros huéspedes. Fue entonces que nos enteramos del nuevo tifón, el tercero desde que llegamos. Nos siguen diciendo que no es normal tanto tifón, ni siquiera para las fechas. Revisamos la previsión meteorológica de la semana y decidimos quedarnos otro día en Ise, con la esperanza de poder visitar sus templos y atracciones aunque fuera bajo la lluvia, y probar más delicias culinarias, que había muchas! El siguiente destino sería Iga, enclavado en la montaña. Nadie quiere subir montañas bajo la lluvia.

Nuestra habitación era amplia, con una ventana de madera corrediza que daba al jardín interior de la finca, que incluía la casa hostal y otras dos o tres casas antiguas. El suelo era de tatami, y por camas tenía 2 futones. Era perfecta.




Al día siguiente probamos de ir a visitar los templos y parques de Ise, pero la lluvia era constante e intensa. Gotas pequeñas pero tupidas. Traje de baño, chanclas de playa, encima pantalon y chaqueta impermeable, encima el poncho. Recordaba nuestros primeros días en Tokyo. Aun asi, la lluvia penetraba. Y depués de un rato, la moral bajó bastante. Las calles antiguas, los ríos y los templos eran preciosos. Pero empapados y con frío, no se pueden disfrutar igual. Decidimos volver al hostal, nuestro refugio calientito! Cambio de ropa, ducha caliente, y salimos a buscar algo de comer paraguas en mano. Como lo marca la internacionalísima Ley de Murphy: entonces bajó un poco la lluvia!






Caminamos entre callejones con estas casas de madera tan bonitas. Algunos rincones viejos que parecen estar a punto de venirse a bajo. Incluso pasadizos comerciales que se ve no han renovado desde hace por lo menos 20 años, y los cableados eléctricos... eran todos fondos de animé pintados a mano. La belleza en la cotidianeidad y caos urbano.








Dimos con una casa con las puertas abiertas, donde su dueño nos invitó a pasar. Resultó ser una especie de museo en construcción, dedicado a los trenes de la zona de Mie. Había fotos antiguas de estaciones de tren por las que pasamos en bici, y varias maquetas hechas a mano por nuestro hospitalario nuevo amigo. Cuando su pequeño museo esté terminado, espero volver a visitarlo. Antes de irnos, nos regaló unos pastelillos de arroz típicos de la zona y un platito antiguo para beber sake.






Pasamos por un supermercado a comprar la cena. Tenían una sección de alimentos recién preparados, fritos, horneado, frescos, sushi... y nos llevamos bastantes para degustar en el hostal. La feroz hambre del viajero ciclista ya estaba atacando con todas sus fuerzas!

Esa noche hicimos recuento de los días que nos quedaban y las posibles rutas que podíamos hacer. Fue bastante triste descubrir que no podríamos hacer todo el viaje que habíamos planeado.

Dormimos plácidamente y habría sido de un solo tirón, si no hubiera sido por una sonora alarma, una sirena y una voz femenina que pregonaba algún tipo de emergencia ininteligible para nosotros. Pensamos que quizás era una alarma sísmica o algo por el estilo. Estuvo sonando mucho rato y varias veces! Pero pensamos "si hubiera que evacuar o algo, ya nos avisará Tomomi" y nos dormimos de nuevo. A la mañana siguiente, nos explicó que era la alarma de Tsunami. Genial! En menos de 3 semanas llevábamos ya 3 tifones, un sismo y una alarma de tsunami. El terremoto que había sacudido a Chile hacía unos días era el responsable de la alarma. El tsunami no trascendió, al menos no en esta zona.

A media mañana aun llovía un poco pero al poco rato se despejó y el sol brillaba con fuerza, iluminando nuestro camino hacia Iga. Nos despedimos de Tomomi, y nuestro nuevo colega Guillherme, estudiante brazileño de Erasmus en Yokohama que vacacionaba en Ise, y continuamos nuestro viaje sobre ruedas...